martes, 11 de septiembre de 2012

Dietética de la Ilusión. I.


Querida y añorada amiga:
Quisiera hoy comenzar con esta Dietética a la que tantas veces hemos invocado y que tan necesaria me parece en los tiempos que corren. O se arrastran. En cualquier caso, en estos tiempos que siempre avanzan. Me pregunto, que buena cosa es comenzar con preguntas y no quisiera además pecar de prepotente ofreciendo respuestas, si nuestra Dietética no debería albergar un plural, pues muchas son las ilusiones y de palabras andamos sobradas. Lo dejo en tu mano. Me apuesto un chiste (o dos, si son pequeños) a que tu decisión será la acertada. 

Hoy he releído nuestro “Titiritero en Compostela”, nuestro cuento de iniciación. Han pasado los años, mi dulce amiga, y nuestras vidas han cambiado tanto… pero todavía nos reconozco en cada línea. Nos hemos mudado varias veces, hemos acumulado trabajos (sin duda, unos mejores que otros –peores-), hemos amado y nos han querido, cuánto hemos llorado no lo sabe nadie y siempre será poco o mucho depende de con quién nos comparemos. No hay un sistema métrico lagrimal o algo así. Nos hemos reído también hasta llorar y no sé si eso contaría como lágrima al uso. En fin. El tiempo.

Nunca hemos dejado de escribir(nos). Es nuestro anclaje, nuestra seguridad, nuestra terapia, nuestro divertimento, nuestro medio, nuestro fin. Somos nosotras.

Hace unos años me recomendaste un libro. Me veías muy existencialista por aquel entonces y me pasaste La Náusea. Subrayé algunas frases. Una de ellas: “Pero hay que escoger: o vivir o contar”. Y justo hace unas semanas salía este tema en mi blog. No lo veía yo tan claro al leer a Sartre, pero sí, la-mujer-que-cruza-puentes tenía razón. No tenemos que escoger. Esta pequeña pero sabía apreciación me habría venido bien en otra época, aquella en la que vivía a las prisas acumulando mundo como si este se fuese a terminar inmediatamente. Luego me pasé años narrando y no todo lo contaba porque (yo la prefiero a ella) como escribió Simone de Beauvoir en La mujer rota: “Curiosa cosa, un diario: lo que se calla es más importante que lo que se anota”.

Vivir, contar, narrar, callar, imaginar, soñar, escribir siempre.

Hemos erotizado las palabras, decíamos.  
¿Son ya imprescindibles para que haya amor? ¿Surge el amor cuando aparecen las palabras? Y las voces, las palabras espontáneas. ¿Las habremos erotizado también? Dime, querida amiga, ¿cómo podemos describir una voz?

Ansío leer-te y el momento en que podamos abrazarnos.


(PD. Ensayo de descripción.

En su voz se unieron todos los colores, como un arco iris sonoro.
Pude escuchar la pasión roja acercándose a mi piel e incendiando cada poro.
Calidez naranja si me daba las buenas noches, si la oía describir calles y espacios.
¿Es amarilla la alegría?
Su voz era verde cuando intuía  sus raíces en esa entonación atlántica y azul  que de vez en cuando aparecía para deleite de mis amadas raíces. Éramos árboles. Éramos, también nosotras, Mujeres Habitadas. Y por ello, porque su voz es voz de mujer, el violeta completa el arco iris sonoro.
Su risa era grande como el sol y sus sonrisas –que intuía en algunas palabras- cercanas como la luna.
Y su voz fue como una estrella fugaz. Porque nunca he visto ninguna pero sé que existen y sé que me gustaría verlas.

Dime amiga, cómo se describe una voz. Porque hay que escribir para que sea real, para saber que algo ocurrió.

2 comentarios:

  1. qué bonito es estar sobre un puente y ver correr el agua...

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  2. La ilusión de leerte es sin duda singular. Plurales somos nosotras, ilimitadas, ilusionistas de las palabras y las voces...
    Describir una voz... Qué difícil. Sé que ha de ser dulce esa voz, sinestésicamente dulce, y puede ser que al escucharla una cálida brisa acaricie por dentro... Pero ya sabemos que las palabras, esas seductoras, no alcanzan el enigma, solo lo bordean, o le bordan atractivos ribeteados...
    Lo que sí sé es que TE.

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