miércoles, 3 de octubre de 2012

Mi puerta


La inmaterialidad de los recuerdos me trae de cabeza. Y en mi cabeza los pensamientos son caprichosos al escoger sus caminos.
Recuerdos y pensamientos se hacen cuerpo en mis sueños. Ya una tiene que preguntarse qué fue primero. ¿El sueño, el ánimo?
Me despierto sobresaltada, me estiro completamente en mi afán por dejar atrás el territorio onírico que esta noche era zona conflictiva. Los daños colaterales me acompañan mientras escribo. Pero sé que si sigo bailando con las letras me sentiré mejor. Siempre es esta mi mejor terapia. Ver cómo las palabras se van creando delante de mis ojos y ya son,  ya son reales. Es mi puerta hacia la maravillosa levedad del ser.

La inmaterialidad de los recuerdos. Hubo un tiempo en que nos pusimos deberes. Yo debía pensar en lo malo y ella en lo bueno. Quizá ambas tendíamos a aferrarnos a la parcialidad del detalle sin ser capaces de ver el cuadro. El tiempo ha vuelto a pasar y creo que todavía me falta perspectiva. No puedo darle al repit ni ver a cámara rápida lo que ocurrió. En ocasiones me sumerjo en retales de mi memoria con tal intensidad que temo quedarme atrapada en sus redes.
Llegan las pesadillas y descubro que no son sus palabras las que me ofrecen consuelo.
Me siento egoísta por momentos.

Los pensamientos son caprichosos. A veces me siento cansada. Ideacionalmente cansada. Me obligo, me fuerzo, a acelerar las reflexiones. No quiero que sea el tiempo el que todo lo cure.
“Recordar las anteriores notas mentales”. Tengo mis trucos, mis frases breves y concisas  (juegos populares-be myself-ya pasó-tres veces).

Llevo meses, quizá años, soltando lastre. Elevándome cual globo liberado. Y hace un mes llegué a esta nueva casa, mi nueva casa. Llena de buenas vibraciones, llena de futuro. Es, ahora sí, mi habitación de Monique. Me encuentro cómoda entre estas paredes verdes, alegres y luminosas. Me siento tranquila. Escucho música y mis discos, repentinamente, carecen de pasado. Como si los escuchase por primera vez.
Entonces… entonces los sueños me dicen que debo dejar atrás el vínculo que tan a fuego me unía a ella.

En mi pesadilla había una casa en la que habitaba demasiado pretérito. Las paredes eran las paredes de casi todas las casas en las que he vivido. Estaban todos los muebles. Sofás de infancia, sofás de amante lesbiana. Cocinas ligeras y espaciosas convertidas en talleres. Adornos y pasillos. Todo reunido, todo acumulado. ¿Dónde está la puerta?




Comienzo a escribir.

Rozo las nubes. Están llenas de palabras. Sonrío.