Querida y añorada amiga:
Quisiera hoy comenzar con esta
Dietética a la que tantas veces hemos invocado y que tan necesaria me parece en
los tiempos que corren. O se arrastran. En cualquier caso, en estos tiempos que
siempre avanzan. Me pregunto, que buena cosa es comenzar con preguntas y no
quisiera además pecar de prepotente ofreciendo respuestas, si nuestra Dietética
no debería albergar un plural, pues muchas son las ilusiones y de palabras
andamos sobradas. Lo dejo en tu mano. Me apuesto un chiste (o dos, si son
pequeños) a que tu decisión será la acertada.
Hoy he releído nuestro
“Titiritero en Compostela”, nuestro cuento de iniciación. Han pasado los años,
mi dulce amiga, y nuestras vidas han cambiado tanto… pero todavía nos reconozco
en cada línea. Nos hemos mudado varias veces, hemos acumulado trabajos (sin
duda, unos mejores que otros –peores-), hemos amado y nos han querido, cuánto
hemos llorado no lo sabe nadie y siempre será poco o mucho depende de con quién
nos comparemos. No hay un sistema métrico lagrimal o algo así. Nos hemos reído
también hasta llorar y no sé si eso contaría como lágrima al uso. En fin. El
tiempo.
Nunca hemos dejado de
escribir(nos). Es nuestro anclaje, nuestra seguridad, nuestra terapia, nuestro
divertimento, nuestro medio, nuestro fin. Somos nosotras.
Hace unos años me recomendaste un
libro. Me veías muy existencialista por aquel entonces y me pasaste La Náusea.
Subrayé algunas frases. Una de ellas: “Pero hay que escoger:
o vivir o contar”. Y justo hace unas semanas salía este tema en mi blog. No lo
veía yo tan claro al leer a Sartre, pero sí, la-mujer-que-cruza-puentes tenía
razón. No tenemos que escoger. Esta pequeña pero sabía apreciación me habría
venido bien en otra época, aquella en la que vivía a las prisas acumulando
mundo como si este se fuese a terminar inmediatamente. Luego me pasé años
narrando y no todo lo contaba porque (yo la prefiero a ella) como escribió
Simone de Beauvoir en La mujer rota:
“Curiosa cosa, un diario: lo que se calla es más importante que lo que se
anota”.
Vivir, contar, narrar, callar,
imaginar, soñar, escribir siempre.
Hemos erotizado las palabras,
decíamos.
¿Son ya imprescindibles para que
haya amor? ¿Surge el amor cuando aparecen las palabras? Y las voces, las
palabras espontáneas. ¿Las habremos erotizado también? Dime, querida amiga,
¿cómo podemos describir una voz?
Ansío leer-te y el momento en que
podamos abrazarnos.
(PD. Ensayo de descripción.
En su voz se unieron todos los colores, como un arco iris sonoro.
Pude escuchar la pasión roja acercándose a mi piel e incendiando cada
poro.
Calidez naranja si me daba las buenas noches, si la oía describir
calles y espacios.
¿Es amarilla la alegría?
Su voz era verde cuando intuía
sus raíces en esa entonación atlántica y azul que de vez en cuando aparecía para deleite de
mis amadas raíces. Éramos árboles. Éramos, también nosotras, Mujeres Habitadas.
Y por ello, porque su voz es voz de mujer, el violeta completa el arco iris
sonoro.
Su risa era grande como el sol y sus sonrisas –que intuía en algunas
palabras- cercanas como la luna.
Y su voz fue como una estrella fugaz. Porque nunca he visto ninguna
pero sé que existen y sé que me gustaría verlas.
Dime amiga, cómo se describe una
voz. Porque hay que escribir para que sea real, para saber que algo ocurrió.